MICRORRELATOS para el aula


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YO SOY EL CEBO
Jordi Cebrián
   Me convencieron dos amigos de la fábrica para que fuera a pescar con ellos al lago. Hay que ir de madrugada, justo antes de salir el sol, cuando una neblina flota sobre el agua. Me dicen que entonces los peces suben a miles. Me explican también la leyenda de un pez enorme y hambriento que habita bajo las aguas, y cuando ven mi cara de terror se burlan de mi credulidad. Me siento feliz en esta barca, pescando con ellos. Y, de súbito, el golpe, ya está, y oírlos y saber que no era una leyenda y yo soy el cebo.




EL DESENCANTADO ARREPENTIDO
Gabriel García Márquez
   El desencantado se arrojó a la calle desde el décimo piso.  A medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común…, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo: había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
     


SALA DE URGENCIAS
Laureano Benítez Grande-Caballero
   Un hombre viajaba tranquilamente en su coche. De repente, al entrar en una curva peligrosa,  se encontró con otro coche que salía de ésta dando volantazos y viniendo hacia él de manera muy peligrosa. Al pasar a su lado casi rozando, su conductor gritó:
   -¡Cerdo!
   El primer hombre, indignado, le respondió con otro insulto y continuó como pudo,  entrando en la curva con dificultades. Pero al salir de ella se encontró de inmediato con un enorme cerdo que no pudo esquivar y al que golpeó, saliéndose de la carretera y  quedando tirado en la cuneta.


SALA DE URGENCIAS
Eduardo Cruz
   La mujer camina presurosa y desencajada. Busca con ansiedad hasta que lee: "Sala de emergencias". Entra sin dudar. Nadie la detiene. Todos están ocupados. Observa con atención al individuo de verde y a la mujer de blanco que trabajan con ímpetu frenético. Fija su mirada en el rostro del hombre que yace sobre la camilla. A pesar de la máscara de oxígeno y del tinte violáceo lo reconoce. Es él. ¡No estaba equivocada! Intenta avanzar hacia el enfermo pero duda. La desconciertan los ruidos de los aparatos. Se sacude la incertidumbre y avanza. Se acerca con extraña sutileza. Desplaza al médico y a la enfermera. Pone su mano en el pecho del enfermo; éste lanza un agónico gemido y expira. El médico cierra los ojos contrariado y la enfermera se queda tiesa. Decepcionados, abandonan la lucha.
    La dama del traje oscuro se aleja satisfecha.

MATRIARCADO
Clara García
   En alguna ocasión he deseado volver a entrar en la barriga de mi madre y, desde allí, escuchar el sonido de su corazón. Es entonces cuando me doy cuenta de que lo que me gustaría de verdad es estar allí, en su barriga, pero con mis hermanas. O tal vez sería mucho más divertido estar todas juntas: mi madre y mis hermanas. Pero claro, en ese caso deberíamos estar en la barriga de mi abuela. Pero mi abuela ya se ha muerto y además no cabríamos todos porque mi hermana está embarazada y hasta que no sepamos si es niño o niña no podremos dejarla entrar.